Crónica escrita por Jon Sánchez Molina.
Hoy he tardado un poco más en levantarme. Se notan los días y las pocas horas de sueño. Ducha rápida y al autobús que, para variar, hay sesión a las 8:30.
Primera película del día, ópera prima de Genki Kawamura: A hundred flowers. Película sobre el alzheimer y el recuerdo, que explora constantemente la idea de la identidad y la perdida y hace que de una vida que se esfuma también surja otra. Los laberintos y juegos visuales a los que te enfrentas son sencillos, lo que es un gran punto a favor porque no quiere en ningún momento expulsar al espectador sino meterlo en la confusión y la perdida (esto lo hace muchísimo mejor que, por ejemplo, The Father, de Florian Zeller). Resulta entrañable, muy melancólica y funciona bien, aunque se nota falta de ideas en el guión y por eso estira o repite los hallazgos narrativos que tiene. El leitmotiv funciona, es el ejemplo perfecto de lo que puede ser una relación paterno filial y la importancia de la misma. Aunque como antes he comentado también se resiente al ser tan constante en la narración. Sin duda una película que gustará mucho a cierto público y que puede llegar a calar hondo. Yo he estado algo alejado, y observándola de forma puramente cinematográfica creo que repite demasiado sus ideas.
Ha habido momentos en la primera película de hoy en los que mi cuerpo casi me traiciona y opta por cerrar los ojos. He luchado y he ganado, pero sé que no sería por mucho tiempo si no tomaba un café tras esta proyección. Así ha sido.
Uno de los platos fuertes de la Sección Oficial y del festival en general es la segunda película de Pilar Palomero, ganadora del Goya por 'Las Niñas', su magnífica ópera prima. La Maternal sigue la senda humanista y mirada particular de esta estupenda nueva ola de cineastas femeninas española. Una película humanista, que se sitúa no en los márgenes de lo que cuenta, sino en el centro del foco. Es la vida de una niña que va a ser madre joven con todo lo que eso conlleva y cómo lo afronta. Cine de garra, de futuro, atrevido y vigoroso que logra centrarse de forma silenciosa en esos lugares que parece más cómodo obviar que tratar. Es cine con tacto, cine de emociones y fortaleza. El ejemplo perfecto de cómo encajar la narración con el sentido cinematográfico impuesto en la película. Palomero sabe exactamente dónde colocarse, cuando separarse y lo más importante, cuando hacer las elipsis sin dañar el contenido y el desarrollo. Es así como consigue encontrar la belleza en la crudeza, en esas confesiones que se sienten tan íntimas y reales que es inevitable no emocionarse. Logra mucho con muy poco, es rebelde pero tremendamente impactante y sobre todo acompaña a sus chicas, y no las suelta, las abraza con la cámara y no las suelta, las rodea con cuidado, y no las suelta. Nunca las suelta, solo cuando realmente necesitan el espacio para volar, y Pilar Palomero sabe perfectamente cuando sus chicas logran su propia voz.
Hora de comer, así que os voy a hacer una elipsis de esas guapísimas y vamos con la próxima película.
Se viene PORNOMELANCOLÍA, de Manuel Abramovich. Director que se dedica a hacer documentales y docu-ficciones (como esta que nos acomete) de los que únicamente he podido acceder a uno, la interesante 'Años Luz' que va sobre el rodaje de Zama, una obra maestra de Lucrecia Martel. Vamos con ella, película interesantísima, que tiene tras de sí otra polémica (que sería de este festival sin pelis polémicas) en la que no voy a entrar. Estoy aquí para juzgar películas. Aquí el ejercicio es fascinante, las dos caras de Lalo, nuestro protagonista, se ven y se sienten y lo más fascinante de esto es que Abramovich las deja surgir y las sitúa en lugares que confrontan o reconfortan. El rodaje de la película (porno), que pilla gran parte de la narración, es un microcosmos perfecto para el juego de espejos, donde casi como un mecanismo automático Lalo cambia su personalidad. Se comenta de forma inteligente 'Ese oscuro objeto de deseo' de Luis Buñuel por esa dicotómica pareja de actrices que hacen el mismo papel cambiándolo radicalmente. Ahí creo que se sitúa la película, en el lugar perfecto donde mostrar una simple masturbación mientras la cara protagonista es la pura desesperación. El tratamiento psicológico también es ejemplar, aunque más críptico de lo que puede parecer al contarse con imágenes y rutinas que con la narración formal.
No hay descanso que valga. Vamos con Amigas en un camino de campo, primera incursión que hago en el cine de Santiago Loza y primer batacazo gordo. Es una película que no me suscita nada ni en su arranque ni en su desarrollo minimalista y conversacional. Las excusas narrativas como esa parte fantástica o la poesía incesante son apuntes interesantes pero que me aburren sobremanera. Va a ser más problema mío que de la obra, aunque creo muy sinceramente que el contenido de está película me es demasiado indiferente como para que en otro visionado me funcione.
Y entrada una buena noche, paradójicamente voy a ver Una buena mañana, de la laureada directora Mia Hansen-Løve, conocida por 'L'Avenir' o la reciente 'Bergman Island'. Entro reticente en la sala, pero a los dos minutos se me siento inmerso en la amabilísima y agradable propuesta de la directora. Una película fácil, sencilla, con un corazón enorme y que trata desde el drama y la rutina una historia de amor, soledad y descubrimiento. Hace perfectamente todo lo que se propone además de tener una naturalidad difícil de conseguir hoy en día, con una dirección entrañable que encuadra a sus personajes de forma especial, sin olvidar el cariño que hay por cada uno. Se ve la vida desde todos sus puntos, niñez, madurez y senectud con un grandísimo abanico de sentimientos, cine de emociones y detalles. Grandioso.
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