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El nombre de la rosa: Bernardo Gui y el prejuicio del inquisidor


Por Paula García Castro

Situada en una abadía benedictina al norte de Italia en 1327, El nombre de la Rosa nos adentra en una historia de misterio contada desde la perspectiva de Adso de Melk, joven discípulo del monje franciscano Guillermo de Baskerville. Ambos personajes llegan para investigar la sospechosa muerte de uno de los hermanos, la primera víctima de una serie de asesinatos.


Sería erróneo abordar la película o el libro homónimo desde la visión de “época oscura” que transmiten ambas obras, no solo por su trama de asesinatos, sino por la tenebrosa atmósfera que envuelve a la abadía y a los personajes más importantes de la comunidad monástica. Así pues, deben obviarse estos prejuicios, transmitidos tanto aquí como en la mayoría de películas y libros ambientados en la Edad Media. No obstante, es de agradecer lo bien que está mostrada en El nombre de la rosa la organización de esta sociedad cenobítica, la estricta disciplina que debían realizar los monjes de oración, trabajo y estudio o la representación de la comunidad como una unidad autosuficiente en la que se promovía la virtud del trabajo (LAWRENCE 1999).

A pesar de lo poco que aparece en pantalla, uno de los personajes que recordaréis sin duda si habéis visto la película, por su absorbente y casi omnipresente presencia, es Bernard Gui. Gracias a la novela de Eco y al film de Annaud, esta figura real se hizo muy popular a finales del siglo XX y, a pesar de que algunos detalles que fueron ideales para configurar el drama histórico son ficticios, fue un inquisidor dominico real. Hoy vamos a hacer un pequeño análisis sobre la estereotipada visión de los inquisidores a partir de este personaje.


Primero de todo, es necesario hacer una pequeña introducción sobre qué fueron los tribunales inquisitoriales en la Edad Media, creados en la década de 1230. La Inquisición que conocemos, como estructura organizada y sólida, no tenía aún cabida en esta época y sería más correcto hablar de los inquisidores como individuos que persiguieron a herejes y cristianos que no seguían los dogmas establecidos por la Iglesia, gracias a ciertos privilegios que tenían. Su principal misión era identificarlos para erradicar cualquier movimiento o persona heterodoxa con las doctrinas de la Iglesia o crítica con su poder.

La Santa Inquisición es mencionada ya en los primeros cinco minutos de la película, definida por los monjes como la única institución que debe investigar unos hechos que aún, como espectadores, no conocemos. Pronto se nos revelará que uno de los ilustradores y miniaturistas de la abadía ha fallecido en extrañas circunstancias y que se enviará al inquisidor dominico, Bernard Gui, para llevar a cabo la investigación.

Bernard Gui (1261-1331) fue un predicador, fraile e inquisidor en Toulouse durante 16 años, periodo en el cual procesó a más de 600 personas, tanto hombres como mujeres, el 10 % de las cuales serían quemadas en la hoguera, es decir, aproximadamente unas 40. Es conocido sobre todo por escribir el manual Practica Inquisitionis Heretice Pravitat (“Práctica de la Inquisición contra la maldad herética”), completado entre 1323 y 1324, para uso de los inquisidores, siendo una suma de sabiduría y información acumulada a través de generaciones anteriores de actos inquisitoriales” (COHEN 2001, 290). Es uno de los más completos de la práctica inquisitorial en el siglo XIV y muy diferente al escrito por otro inquisidor dominico contemporáneo de la Corona de Aragón, Nicolás Aymerich (BLANCO GARCÍA 2018, 401).

Escrita en latín, su obra consta de cinco capítulos en los que explica su experiencia como inquisidor con la intención de que los movimientos heréticos de la Baja Edad Media (como los valdenses o los cátaros), que consideraba una amenaza para la Iglesia, pudieran ser identificados rápidamente y vigilados por los inquisidores. Para ello, diseñó un formulario de preguntas para usar en los interrogatorios de sospechosos o escribió sobre cuáles eran los castigos apropiados para los condenados (COHEN 2001, 286).

 

Su presentación en la película ya nos muestra claramente que es el antagonista: llega a la abadía de noche, siendo recibido por los monjes con antorchas y bajando lentamente del carruaje, todo en un plano contrapicado que transmite sensación de poder y seguridad. Paralelamente, Guillermo y Adso están atrapados en la laberíntica biblioteca. También es muy simbólico el momento en el cual Bernard dice que ha sido enviado para encontrar al diablo en la abadía y afirma haberlo encontrado, posando su mirada en la inocente chica acusada de brujería y en Guillermo, dando una cierta ambigüedad y remarcando su odio hacia el personaje interpretado por Connery.

Los problemas que tuvo Guillermo con Bernard en el pasado, cuando ambos eran inquisidores, también lo muestran como una persona despiadada y sin ética, alguien que fue capaz de condenar como hereje a uno de sus hermanos y torturarlo hasta que se retractó.


Además, en la película él es el responsable del tormento y ejecución de la muchacha acusada de ser una bruja y de dos monjes también falsamente acusados. Así pues, Bernard queda retratado como un fanático odioso capaz de manipular el poder de la Iglesia y de aceptar confesiones obtenidas bajo tortura para llevar a cabo una venganza personal contra Guillermo de Baskerville sin ningún tipo de escrúpulo.

Pero, ¿se asemeja la visión que transmite la película del personaje a la realidad de quién fue este? Ya hemos visto que realmente no, Bernard estaba vivo en el primer tercio del siglo XIV, época en la que se ambienta la película, pero el resto de detalles que lo definen como un cruel personaje son puramente ficticios. Para entender las preocupaciones de esta figura histórica (y, realmente, de cualquier otra), deberían analizarse y entenderse sus razonamientos, sin ningún tipo de prejuicio previo que puede ser transmitido por películas de este estilo.

 

Bibliografía

Blanco García, M. P. (2018). “Inquisición y traducción desde los orígenes del tribunal a Torquemada” en Antonio Bueno García, Los dominicos españoles e iberoamericanos y la traducción, 395-412.

Cohen, Shaye J.D. (2001). “Between Judaism and Christianity: The Semicircumcision of Christians According to Bernard Gui, His Sources and R. Eliezer of Metz”, The Harvard Theological Review, vol. 94, nº 3, 285-321.

Lawrence, C.H. (1999). El monacato medieval. Formas de vida religiosa en Europa occidental durante la Edad Media. Madrid: Editorial Gredos.


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