Martin Scorsese es principalmente conocido por sus películas sobre la mafia (Uno de los nuestros, Casino o Malas calles) o sus acercamientos al thriller (Shutter Island, El cabo del miedo o Al límite). En ocasiones, ha impregnado esa violencia en sus obras con dogmas y creencias religiosas que añadían motivaciones y principios a unos personajes que tenían que pasar su particular “calvario” personal. No es de extrañar, ya que Scorsese es un devoto cristiano, y además deposita su fe en una rama especial de su filmografía. Películas como “Silencio”(2016) o “La última tentación de Cristo”(1988) reflejan el camino tortuoso que puede suponer la creencia de que tu destino sirva a algo mayor. Pero esta última es más especial, ya que narra de manera apócrifa la vida del propio Jesús, cuya vida, muerte y resurrección es el eje central de toda una religión. Las ideas de la película no agradaron al colectivo cristiano: intentos de boicot, Juan Pablo II clasificando la película como una blasfemia