Ir al contenido principal

Eastrail 177: lo cotidiano en el mundo superheroico




-          ¿Sabes lo que más miedo da? No saber cuál es tu misión en este mundo, no saber por qué estás aquí. Es una sensación horrible.


Eastrail 177 es el nombre de un tren que desencadenó una de las mejores trilogías superheroicas de la actualidad. Dirigida por una mano tan firme y creativa como es la de M. Night Shyamalan, célebre cineasta de orígen indio responsable de películas como El sexto sentido (The sixth sense, 1999), Señales (Signs, 2002) o El bosque (The village, 2004). En el siguiente artículo, trataremos de analizar las inquietudes de este gran cineasta plasmadas en una serie de 3 películas que intentan disertar las escasas diferencias entre ficción y realidad y lo que realmente significa ser un superhéroe o un supervillano.


En un momento de absoluto auge en su carrera, Shyamalan (con su fiel estela hitchcockiana muy marcada por la forma cinematográfica) da comienzo a su gran historia con El protegido (Unbreakable, 2000). Una película que narra las desavenencias de David Dunn, el único superviviente de un accidente ferroviario que se ve obligado a aceptar sus superpoderes para convertirse en un superhéroe.


Lo interesante de esta película es que no se direcciona por los códigos base del cine superheroico, sino que abraza completamente las pretensiones del drama, tanto familiar como existencial. Con ese concepto, Shyamalan nos mantiene sobrios de la épica grandilocuente de este tipo de películas, y no nos enseña ninguna batalla hasta el final de la cinta, porque la verdadera lucha es interna, en un Bruce Willis que descubre lo que tiene que hacer, y lo hace. El proceso de humanización que adopta el cineasta para con su protagonista, se encuentra también en sus debilidades; David Dunn no deja de ser una persona normal y corriente con un don, y su kriptonita (a parte del agua, un elemento telúrico totalmente banal) es su inevitable fracaso matrimonial. Las voluntades de David son también grandes muestras del humanismo que desprende Shyamalan; fingir una lesión para poder seguir con su relación amorosa. Una muestra de sacrificio que vuelve a aparecer cuando David recibe una llamada sobre la oportunidad de trabajar en Nueva York, que rechaza para poder recomponer su matrimonio. Eso para Shyamalan, son las verdaderas decisiones heroicas.


Y dentro de toda esta parábola superheroica sobre la aceptación de nuestros dones y el sentido de responsabilidad de uno mismo, hay espacio para los matices que envuelven al villano (encarnado por un inteligentísimo Samuel L. Jackson), que descubre quién es realmente a partir de su incesante búsqueda del héroe. Así es la creación del villano en El protegido: no la contraposición del héroe, sino el creador del mismo y por ende de sí mismo. Este viaje del villano está justificado en la frase del principio de este escrito, que parece sacada directamente del pensamiento existencialista. Frase que David Dunn logra superar en imágenes; yendo hacia su destino, debajo de la lluvia, con su capa de guardia de seguridad. Una forma ingeniosa de representar lo difícil que es llegar a tu propósito para darte cuenta de lo que realmente eres.




 





Diría que la historia sigue en Múltiple (Split, 2016), pero no es así, porque Shyamalan se desliga tanto conceptual como formalmente de la primera entrega de esta trilogía. Esta vez se alía con Blumhouse para relatar un thriller con toques de terror que habla sobre los traumas y el dolor, y como estos paralelamente, nos hacen más fuertes.


La película se cuenta a través de una triple narración; la de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy), personaje con un trastorno de personalidad múltiple; la de Casey (Anya Taylor Joy), adolescente que ha vivido gran parte de su vida con su tío, un abusador sexual; y la de la Dr. Karen (Betty Buckley), la psiquiatra de Kevin.


Todo gira en torno al secuestro de 3 adolescentes (entre ellas, Casey) por parte de una serie de personalidades malignas de Kevin, que poco a poco irán revelando el propósito de sus acciones; liberar una nueva personalidad con superfuerza para poder proteger a las personas que han sufrido. Con este material, Shyamalan explica el origen trágico del villano, siendo el personaje de James McAvoy alguien que ha tenido que construirse distintas personalidades para poder alejarse de un pasado lleno de maltrato por parte de su madre. Esa desubjetivación construida a partir de la multiplicidad de identidades nos recuerda al nihilista portugués Fernando Pessoa, quien para evadirse del dolor tuvo que ser distintas personas para no ser ninguna a la vez. Es sin duda, uno de los conceptos más difíciles con los que Shyamalan ha trabajado.


En la íntima pero también épica O que Arde de Oliver Laxe (2019), se dice: Si hacen sufrir, es porque sufren. Sentencia que describe a la perfección el sentido del obligado villano en el que se ha convertido Kevin Wendell Crumb. Porque entre otros temas, Múltiple es una película sobre la trágica construcción de la identidad, y eso lo vemos reflejado (no hay mejor manera de decirlo) en el último soliloquio que mantiene James McAvoy (curiosamente de igual forma con la que es retratado Mr. Glass en El Protegido) a través de un espejo. Ese discurso final (que aparte de hablarnos sobre el poder de la mente y de lo extraordinarios que podemos ser gracias a ella) nos abre las puertas de una manera muy ágil al mensaje de la última película de esta trilogía: Somos lo que creemos que somos.



En Glass (2019), Shyamalan recupera bastante la caligrafía cinematográfica que aparentemente había perdido en Múltiple. Es en esta película donde logra combinar las cosas que mejor funcionaban de sus predecesoras, para poder así, crear una pieza que ponga punto y final a unos personajes que han perdido ya, el poco maniqueísmo que les quedaba.


Y es que si en algo estamos todos de acuerdo, es que lo mejor de estas películas son sus protagonistas, y en esta simbiosis de relaciones es donde Shyamalan aprovecha para estudiar más a fondo la psicología de los superdotados David Dunn, Kevin Wendell Crumb y Elijah Price. En esta nueva historia, van a coincidir (después de ser atrapados) en una institución psiquiátrica donde pondrán en duda sus superpoderes y donde tendrán que hacer alianza para un bien mayor que el enfrentamiento entre sí mismos.




Es en la escena de la habitación rosa, donde los esfuerzos de Shyamalan para humanizar lo extraordinario, se invierten para hacernos creer que nunca ha existido nada de extraordinario en ellos. La disipación de la creencia en si mismos se ve reflejada a partir de la pérdida evidente de color que llevan sus ropas. El morado, verde y amarillo están apagados, al igual que la fe de los que lo llevan. Una gran rima que comparte con su siguiente película Tiempo (Old, 2021) en el diálogo de un niño que se ve forzado -en apenas unas horas- a ser un adulto; antes veía menos colores pero eran más fuertes, ahora veo más colores pero los veo apagados. Si lo trasladamos de nuevo a Glass, vuelve a manifestarse la visión de Shyamalan, donde para él, la manera verdadera de ver el mundo es desde una mirada inocente, llena de fe, y eso solo pasa cuando eres niño:

 

 

Hedwig (personalidad de un niño de 9 años): ¿Cuál es mi superpoder?

Mr. Glass: Siempre tendrás 9 años ¿no?

 

Mr. Glass, obsesionado en la creencia de que los superhéroes sí que existen, sentencia todo lo que Shyamalan nos quiere decir; Todo lo extraordinario puede ser explicado y seguir siendo igual de verdadero. El milagro existe y todos tenemos un don que debemos descubrir y abrazar, porque creer en uno mismo es contagioso y todos de alguna forma somos (super)héroes, porque los verdaderos villanos son los que no quieren que la gente vea lo milagrosos que podemos llegar a ser.


Este es el punto final, tan entretenido como esperanzador, de una trilogía atípica en el mundo de los superhéroes. Y aunque la cinta tenga un cierre ontológico de todos los arcos argumentales, esto no deja de ser una película de orígenes para que nuestras habilidades especiales sean descubiertas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El nombre de la rosa: Bernardo Gui y el prejuicio del inquisidor

Por Paula García Castro Situada en una abadía benedictina al norte de Italia en 1327, El nombre de la Rosa nos adentra en una historia de misterio contada desde la perspectiva de Adso de Melk, joven discípulo del monje franciscano Guillermo de Baskerville. Ambos personajes llegan para investigar la sospechosa muerte de uno de los hermanos, la primera víctima de una serie de asesinatos. Sería erróneo abordar la película o el libro homónimo desde la visión de “época oscura” que transmiten ambas obras, no solo por su trama de asesinatos, sino por la tenebrosa atmósfera que envuelve a la abadía y a los personajes más importantes de la comunidad monástica. Así pues, deben obviarse estos prejuicios, transmitidos tanto aquí como en la mayoría de películas y libros ambientados en la Edad Media. No obstante, es de agradecer lo bien que está mostrada en El nombre de la rosa la organización de esta sociedad cenobítica, la estricta disciplina que debían realizar los monjes de oración, trabajo y

Día 9: El barco atraca en buen puerto.

Crónica escrita por Jon Sánchez Molina. Último día de festival. Estoy un poco nostálgico y aún no he empezado a ver las pelis de hoy. Ha sido muy bonito experimentar esto, tantas emociones, sentimientos... Ha sido muy bonito. Y por supuesto, tengo que destacar la inestimable compañía de Adrián López, que ha sido el amigo de batalla de este festival. Marlowe es la última película de Neil Jordan, que adapta un relato negro sobre el famoso detective Phillip Marlowe, protagonizado por Liam Neeson pero que ha pasado por el filtro Humprey Bogart y Eliott Gould, entre otros. Comienza muy flojo este último día, peli de clausura la que veo y que aún amando el cine negro no consigo ni entretenerme. Neil Jordan no consigue hacer interesante la trama, la verbaliza hasta el extremo y solo pasea a sus personajes por las calles americanas, que casualmente están rodadas en Barcelona. Hay algo que me saca mucho, es esa fotografía digital y anacrónica, feísima, intentando jugar con las luces y sintiéndo

71SSIFF: Poco que vale por mucho

No sé muy bien como empezar, si hablar de las películas vistas, de las sensaciones que me han dejado, de las que me han gustado... Nunca sé si importa realmente hablar de un día de cine completo, un día de cine que se asemeja al recorrido entre fiesta y fiesta de Mastroianni en "La Dolce Vita". Creo que lo correcto es hablar de todo, pero me parece inabarcable y seguramente no saldrá bien. Voy a intentar decir algo de las que me parecen las mejores de un recorrido entre la felicidad y la frustración, haciendo una requiem de esas que me generan frustración – o directamente no me gustan – a través de las que realmente sí he disfrutado y sacado algo valioso. Como es habitual en un festival, las horas en las que ves películas se multiplican por dos, o por tres a las que te tiras durmiendo. Eso hace que llenes tu cuerpo de cafeína – un café muy mejorable este año por parte del SSIFF – y que aun así, ciertas películas te sometan fuertemente a la ensoñación. Este toma y daca algunas