Por Joaquim Albert Carreguí Tel
Histriónico, morboso, provocador, violento, desagradable, inenarrable, eso y más es el cine de Gaspar Noé. Un autor que si estás un poco interesado en el séptimo arte más allá de Hollywood no necesita mucha presentación. Es el tipo aquel que presentó su largo en Cannes con doce minutos de una violación sin cortes, el mismo largo que estaba montado al revés del orden cronológico y se llamó Irreversible, para años después montarlo de nuevo en orden cronológico. Es el mismo que logró hacer levantarse a Carlos Boyero de la butaca y gritarle a la pantalla como un viejo desquiciado. Luego de aquello, se fue siete años a hacer sus cosas de argentino loco para volver a Cannes en 2009 con Enter The Void, una película que, si bien no es oficialmente una secuela de Irreversible, lo tiene todo para serlo.
En Enter The Void se tratan casi los mismos temas y casi la misma
estética. Mientras que el montaje, si bien no está invertido, dista bastante de
ofrecer una narración ortodoxa. Por eso, en cierto sentido y hasta la fecha, Enter
The Void es la película más Gaspar Noé hecha. En ella se recogen algunos de
los principales motivos estéticos y temáticos de Irreversible y Solo contra todos. Un
ejemplo sería la posibilidad de algo similar al destino, pero esta vez llegando
aún más lejos, introduciendo el budismo tibetano, el viaje astral y la
reencarnación. Otro ejemplo serían las drogas psicodélicas a las cuales llega a
conferir capacidades que a priori pensaríamos que solo debería poder tener un
monje budista.
Pero en la película que nos ocupa, el guion ya no gira alrededor de la
racionalidad o la irracionalidad, ni de los franceses y su burguesía. Esta vez
nos encontramos en Tokio y los personajes hablan inglés, así que Francia y sus
eternos debates sociales quedan un poco lejos (por muchas productoras y actores
franceses que haya). Eso sí, sin contar estas pequeñas diferencias, hereda la
mayoría de las problemáticas que había en la anterior cinta, como las
consecuencias de la adicción a las drogas en aquellos a quienes queremos, las
relaciones de poder y la sexualidad en los submundos de las grandes ciudades, o
la búsqueda del consuelo y la felicidad en quienes tenemos más cerca. Y también
recupera, por ejemplo, el querer follarte a quien no deberías, como a tu
familia, porque ¿por qué no? Eso también se encuentra bastante presente en Enter
The Void, y la verdad, debe de ser un problema gordo. Aunque mirando las
estadísticas de Pornhub de 2014, donde step mom y mom ocupaban el cuarto
y quinto lugar respectivamente entre los términos más buscados, pues debe de
pasarle a mucha gente.
Y es que al final, a Noé le interesa mucho más la corporeidad visceral es instintiva que cualquier
rollo metafísico sobre el destino o el eterno retorno. Le interesa lo carnal,
lo pasional, lo salvaje, el interior del ser humano, sí, pero el interior que
puedes notar con los sentidos físicos. Él mismo lo reconoce. El guion le daba
hasta cierto punto igual, lo que le preocupaba de la película eran los efectos
especiales y si se podrían realizar de forma creíble. Un poco al estilo James
Cameron o George Lucas, pero con cine europeo (pseudo)pornográfico. Hasta el
punto de que, en Clímax, según él mismo, el guion iba evolucionando
según se desarrollaban las dinámicas interpersonales de sus actores y actrices.
Con lo dicho podemos reafirmar que Noé no es un autor intelectual de
discursos, es un artista visceral. Por eso cuando un entrevistador le pregunta
por la “angustia existencial” en sus filmes, el argentino pone cara de oler un pedo y responde que él retrata la angustia de un embarazo no deseado, o la de
que te peguen una paliza, y es que hay muchos tipos de angustias. A Noé no le
interesan los existencialismos filosóficos, por mucho que la angustia, la desesperación o
el desamparo (existenciales), incluso la muerte, sean vigas centrales de sus
filmes, a Noé le interesan las pasiones corporales. Así pues, los debates sobre
si sus cintas quedan dentro del existencialismo pueden resultar interesantes,
pero son como poco secundarias. En cambio, sí le interesa, o eso parece,
provocar. Después de todo, Saló de Pasolini es una de sus películas
favoritas, y Pasolini de corporeidad y provocación sabía un rato. Bien pensado,
Enter The Void y Mamma Roma comparten muchas problemáticas y temas,
pero si eso es algo que Noé ha buscado o se ha encontrado por casualidad, es un
tema aparte. Para el director argentino, parece más importante la provocación
(o llamar la atención) que la reflexión que venga después, la cual, aunque
interesante, es de nuevo secundaria.
Por eso Enter The Void, además de ser la película más Gaspar Noé
hasta la fecha, puede que sea la menos él. La menos, porque la verborrea incesante del
principio llega a sobrar, porque los temas subyacentes en sus filmes se
remarcan tanto y se vuelven tan evidentes que hasta cansan, porque, aun con sus
temas, parece divagar un poco de más. Y esto no es que sea nefasto, era su
tercer largo, y cierra una trilogía sobre la muerte y la familia tremenda (en
muchos sentidos). Pero sirve para explicar, al menos un poco, los motivos por
los que no apasiona tanto como sus otras películas, y no da tanto que hablar
entre los “cinéfilos”. Y mira que no será por
motivos ya que, a parte del tema del incesto, en una de sus últimas escenas, en
un plano muy japonés aprovechando que está en Tokyo, se muestra el interior de una
vagina siendo penetrada por una polla hasta correrse dentro. Esto, recordemos, se vio en Cannes, Toronto, Sundance y quién sabe cuántas
salas de cine.
Más adelante filmará Love y Clímax, de las que ya hablaremos, siendo esta última, desde mi punto de vista, la cinta donde más cómodo y desenvuelto lo veo, libre de guiones con narraciones yuxtapuestas, libre para expresarse con la cámara y los cuerpos de sus actores, libre para ser más puramente lo que ha sido desde el principio, un autor que trata el cuerpo y la carnalidad por sí mismos.
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