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La Bruja: El auge del satanismo


Por Juan Casas Marí


En 2015, Robert Eggers estrenaba su ópera prima, “La Bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra”. Su historia nos traslada a una antigua Nueva Inglaterra puritana, en la que una familia de cristianos colonos, cuyo padre es pastor y patriarca, es desterrada de su pueblo y deciden vivir en una casa a las afueras de un bosque. A partir de unos sucesos extraordinarios, la familia tendrá que luchar contra la naturaleza que les rodea y la suya propia. Esta excusa le sirve a Eggers para tratar temas como el puritanismo excesivo, las pasiones en el ser humano o el sentido del cristianismo, temas tratados también por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en toda su obra, en la que habla de la decadencia de la cultura occidental debido a los valores cristianos que se contraponen a nuestra naturaleza humana. En este ensayo nos basaremos en las ideas de Nietzsche para reforzar los conceptos que abarca La bruja.

La película comienza con la expulsión de la familia del pueblo donde vivían debido a los valores enfrentados de la visión de unos y otros sobre el cristianismo. Este destierro, por sus reminiscencias bíblicas, recuerda al mismo que sufrieron Adán y Eva del paraíso de la mano de Dios, narrado en el libro del Génesis. No es casualidad que cuando el ser humano se aparta de Dios es cuando empieza el tormento a la familia, y cuando estos quieren conquistar la naturaleza que habitan, esa misma naturaleza les acabará conquistando a ellos. La atmósfera que rodea la película es realmente tétrica y opresiva, concordando con las perturbadoras vivencias de los personajes que, debido a las desgracias que les irán ocurriendo a lo largo de la película, pondrán a prueba tanto su voluntad de poder como su fe.

 

Nietzsche ya avisaba en sus primeros aforismos que sin alegría ni orgullo no hay nada que salga bien, tal vez las cosas hubieran tomado otro rumbo si se hubieran cumplido esas palabras, pero tras la desaparición del hijo las cosas cambiarán. Tras ese suceso, las pasiones entre los miembros de la familia afloran progresivamente, fruto del miedo a lo desconocido y de la presencia de la culpa. Esas pasiones, según la religión cristiana, nos conducen hacia abajo y nos convierten en sujetos inmorales, pues la moral mata a las pasiones ya que nos hace ver como malas acciones, acciones que son inherentes al ser humano. Por eso la mentalidad de la familia sigue siendo cristiana, para mantener a raya y negar los impulsos humanos y así, sus responsabilidades. Esta situación de descontrol es lo que colapsará en un enfrentamiento entre el satanismo, representado por Thomasin, la hija adolescente, y el cristianismo, representado por el resto de miembros de la familia, que son el padre, la madre y los demás hijos: Caleb, Jonas y Mercy. Cabe aclarar que estos dos últimos hermanos jugarían en término medio, pues no se decantan realmente por un bando, simplemente son niños que buscan pasárselo bien y no distinguen qué es el bien y qué es el mal.

Explicaré esto más detalladamente, seguimos a una familia corrompida por unos valores que necesitan para sobrellevar la realidad, los valores cristianos, por los que confunden la verdad real con la verdad que creen, para sentirse amparados por Dios, pues la familia por si sola no sabe lo que es bueno o malo para ella y necesitan tener un camino que seguir. Estos miembros buscan ser puros y controlar sus pasiones cuando ellos mismos saben que no pueden hacerlo e incluso a veces terminan aceptándolas, sabiendo sus terribles consecuencias. Algunos ejemplos de esa actitud serían las mentiras del padre, la lujuria que Caleb experimenta mirando a Thomasin, la avaricia nostálgica que siente la madre por la copa de plata o el comportamiento inocente de los niños que ensalza acciones impuras, como las de la cabra a la que apodan “Philipp el negro”; aunque esta también es comprensible teniendo en cuenta que su naturaleza infantil les sitúa como influenciables, para ellos no hay Dios o Satán, simplemente quieren pasárselo bien e imitan lo que sus mayores consideran correcto, pero esa inocencia también es un gran pecado, pues se aleja de Dios y se acerca a las pasiones. En resumen, las creencias de esta familia consisten en negar la realidad de que no quieren aceptar comportamientos propios del ser humano y aparenta querer corregirlos, pero acaban llenándose de una carga de falsa modestia que impregnan con un aura de maldad las acciones de la familia y le añade una capa de profundidad nueva a la historia principal.

 

Entonces, al deshacerse de sus responsabilidades, la familia adopta una postura en la que se es perfecto o no se es nada y todas las responsabilidades caen en Thomasin, por lo que se le echa la culpa solamente a ella y a nadie más. Vemos como la familia solo le echa responsabilidades a ella sin una mirada autocrítica, incluso los padres quieren venderla a una familia para que ejerza de criada por la creencia de que sus problemas radican en ella. Esa tapadera es solo un motivo para obligarse a ser iguales como individuos, no entregarse a sus pasiones y librarse de todas las culpas por medio de las plegarias, pues la responsabilidad está lejos de sus propias acciones y todo mal que les ocurra termina en el gran drama y con su martirización, por lo que no garantiza que hayan aprendido nada de sus errores, ni que conciban en muchos casos su malestar como error propio, todo es ajeno. Ni siquiera es un castigo que ellos se imponen, sino que un ente superior les obliga a hacerlo, pero quieren creer que con ese castigo matan al germen que les hace cometer malas acciones, es decir, las pasiones.

La protagonista entonces aceptará que el satanismo es el método más eficaz de librarse de esa responsabilidad y aceptar una nueva forma de vida siguiendo las pasiones y sus propios fines. Thomasin es la más indicada para aceptar esa ideología, pues la constante exposición a las ideas de su familia sin que ella pueda negarse hace que aborrezca ese puritanismo y esas exigencias y responsabilidades que acaban siendo excesivas e injustas. También es la que más acepta sus pasiones inconscientemente, ya sea afirmando que baila desnuda con el demonio para asustar a Mercy, o cuando echa en cara la hipocresía de su padre al decirle que lo único para lo que sirve es para cortar leña. Y, al final, aceptará una religión basada en las pasiones y en la libertad, en “vivir deliciosamente” perteneciendo a un grupo, pero a diferencia de la familia religiosa que tiene una conciencia unificada sobre el auto sacrificio y el actuar, Thomasin pasará a formar parte de una comunidad con miembros que poseen libertad y actuación individual en el comportamiento. También la forma de la película acentúa este momento, pues está lleno de éxtasis y jolgorio. Un momento que debería ser diabólico, Eggers lo plasma como una absoluta liberación de las cadenas morales que la oprimían anteriormente, mostrando a Thomasin en su máximo apogeo, ahora ella es libre.

 

BIBLIOGRAFIA

- Nietzsche, F., 2007. El Crepúsculo De Los Ídolos. Barcelona: Folio.



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